San Miguel de Salinas
jueves, 24 de octubre de 2024
10:30
Andrés no ha llegado. Empezamos la exposición del Santísimo sin él. Estamos acabando el Pange lingua cuando oigo que cruje el asiento del órgano. Es que ha llegado Andrés.
11:00
Misa de san Antonio María Claret.
Durante la proclamación de la primera lectura llega Carlota.
Cuando me vuelvo para decir «la paz del Señor esté con vosotros», veo que han llegado Rita y Bernardo.
Cuando doy la comunión, Rita se ha ido.
Cuando doy la bendición final, Rita ha vuelto pero Bernardo ha desaparecido.
11:40
Voy a la casa abadía, me tomo un omeoprazol y salgo para La Lloseta. Misterios gozosos con BXVI.
En La Lloseta nos anuncian que vamos a recibir la visita de un cardenal. ¡Qué emoción!
14:10
Salgo para La Torre. Dejo allí mi nuevo Mc y unos libros y salgo para Torrellano. Voy oyendo «Ironía» de Maná.
14:30
Como en Torrellano. Allí me entero de que Errejón, al comunicarnos que se retira de la vida política, ha pronunciado estas enigmáticas palabras: «He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona». ¡Pobre!
15:15
Vuelvo a La Torre.
Misterios luminosos paseando por el palmeral,
15:45
Me siento en el sillón de la abuela Paquita para leer «Lectura y locura».
16:15
Coloco en la biblioteca los libros que he traído de San Miguel.
16:30
Voy a la ermita para rezar un rato con la nueva encíclica del Papa, Dilexit nos.
17:15
Trasteo en WhatsApp. Laura me dice que llegará con Alejandro a la estación a las 6:40. El arcipreste me pide que haga algunas sustituciones. La tía Janusa me informa de que el viaje en AVE Alicante-Valladolid dura cuatro horitas si el tren no descarrila. Analía quiere saber a qué hora puede ir mañana a la iglesia.
17:31
Actualizo las cuentas parroquiales.
17:55
Empiezo a recogerlo todo sin prisas para ir a Alicante sin prisas y recoger allí a Laura y a Alejandro a las 18.40.
No puedo olvidar mi nuevo Mc con su cargador, «Lectura y locura», las llaves de la iglesia… En cambio, tengo que dejar el cocina la cucharilla que la semana pasada, después de remover el café, puse distraídamente en el bolsillo de mi camisa donde la encontré una vez llegado a San Miguel. Esa cucharilla ha estado durante toda la semana en la sacristía como testigo mudo de mi habitual despiste. Así divago mientras dejo la cucharilla en la cocina y pienso en Teresa que no siempre celebra mis distracciones con una sonrisa sino que a veces —con una comprensible impaciencia—suspira: «¡Este hombre!».
18.18
Abro el portón de la Torre con el control remoto que remueve el portón y salgo para la estación de Alicante oyendo una selección de mi música favorita en una lista de reproducción de YouTube que he titulado «1» y a la que, hoy mismo, he añadido «Ironía» de Maná.
18:40
Llego a la estación de Alicante a la hora convenida, ni un minuto antes ni un minuto después. Allí están Laura y Alejandro esperándome. Son muy listos. Otros, menos avisados, habrían salido a esperarme en la puerta principal, donde no se pueden detener los coches. Pero ellos me han esperado en la puerta lateral. Son muy listos.
Vienen de Pamplona, del entierro de Jesús, el padre de Alejandro, que murió antier. Nos saludamos. Doy el pésame al doliente y le digo que esta misma mañana he celebrado la tercera misa por su padre.
Ya en la autopista, les propongo que recemos un rosario. Les parece una idea estupenda y Laura lo dirige.
Terminado el rosario vuelvo a poner en marcha la lista de reproducción y sale —oportunísimamente— «Estrellita», de Manuel M Ponce. Detengo la música para explicarles que la canción suena en «Inconsolable», el monólogo que escribió Javier Gomá a raíz de la muerte de su padre. Recomiendo mucho a Alejandro que lea ese monólogo y toma nota. Seguimos el viaje en silencio, oyendo música. Cuando los dejo en casa de Joan —que está esperándonos en la puerta— suena el «Concierto de Navidad» de Corelli.
20:00
Saludamos a Joan que me invita a pasar a su casa para tomar un té. Se lo agradezco y le explico que mañana, a las siete y veinticinco, tengo que estar en el hospital y que preferiría tomar ese té otro día. Se muestra comprensiva. Me despido de todos y vuelvo a San Miguel.
20:15
Vísperas en San Miguel.
20:30
Cierro la iglesia y voy a la casa abadía.
Pongo mi nuevo Mc en la mesa del despacho y me siento ante él para recapitular el día.
«”Nos amó”, dice san Pablo, refiriéndose a Cristo, para ayudarnos (San Pablo) a descubrir que de ese amor “nada podrá separarnos”».
Así comienza la nueva encíclica del Papa Francisco «sobre el amor humano y divino de Jesucristo».
Es, creo, lo más serio que he leído hoy. Lo leí de mañanita y me ha acompañado durante todo el día.
No conozco al Papa pero creo que, cuando escribe que «en lugar de representar un papel ante los demás (el personaje y la persona), lo mejor es dejar brotar preguntas decisivas: quién soy realmente, qué busco, qué sentido quiero que tengan mi vida, mis elecciones o mis acciones» está dejando hablar, o escribir, a su propio corazón.
En el absurdo caso de que yo conociera al Papa y de que me atreviera a hacer la tontería de sugerirle una adición a esta encíclica que acabo de empezar a leer, le diría que en el punto 12, donde él cita a Dostoyevsky y a Romano Guardini para hablarnos de Stavroguin —un personaje sin corazón— sería lindo citar —aunque fuera en nota a pie de página— lo que dice Chesterton en «Inglaterra y la caricatura» citando al joven estúpido de «David Copperfield» a quien Chesterton da la razón: «Prefiero ser derribado por un hombre con sangre en la venas a verme levantado por un hombre sin corazón».
No se me ocurre mejor comentario a lo que llevo leído de esta encíclica que me recuerda cuántas veces he sido derribado y levantado por el Corazón de Jesús. ¡Tan amable y tan fuerte!
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Es usted muy amable. No lo olvide.