domingo, 22 de septiembre de 2024

Diario. Domingo, 22 de septiembre de 2024

 San Miguel de Salinas

domingo, 22 de septiembre de 2024


7:30

Abro la iglesia.

Oficio de lectura y laudes. 

Me siento ante el sagrario. 

8:20

De vuelta a la casa a la casa abadía, recuerdo que hace tiempo que no he abierto el buzón. Encuentro un anuncio de Barks&Bubbles, peluquería canina, y tres cartas. Una es para el presidente de la cofradía de Nuestra Señora del Carmen. La dejo en el despacho de Teresa con un expediente que hay que archivar. 

8:30

Me preparo un desayuno de domingo que no es de mesa y mantel pero está bien. Después de recogerlo todo, aún tengo tiempo de leer el capítulo de «Una escala humana» titulado «Una educación» y «Una reconstrucción», de Chesterton. Entonces salgo para Torremendo y entro en la recta final de la mañana.

La misa de diez, en Torremendo, empieza a las diez. 

La misa de once, en Los Montesinos, empieza a las once.

Me da tiempo a cambiarme de camisa y a rezar la hora sexta antes de la misa de doce y media en San Miguel. Empieza puntualmente. 

Y me da tiempo a cambiarme, otra vez, de camisa, antes de recoger a doña Nati para ir con ella a casa de Heidi y Armin que han vuelto de Suiza y nos han invitado a comer. 

A eso de las cinco dejo a doña Nati en su casa. Tiene partida de parchís en casa de Esperanza. Hago la visita al Santísimo y, de vuelta a la casa abadía juzgo llegado el momento de zamparme «El oro del Rhin». 

A las seis y cuarto Alberich ya ha robado el  oro y los gigantes se han llevado a Freia. Hago una pausa para recitar los misterios gloriosos. 

A las ocho y diez Wotan ha recuperado a Freia entregando a los gigantes el oro y el anillo maldito. Los dioses entran en Valhala y yo me voy a la iglesia para rezar vísperas sentarme ante el sagrario. 

A las nueve me preparo una cena ligerísima porque las comidas en casa de H&A duran casi tanto como una ópera de Wagner. Cuando crees que ya has terminado, sacan los quesos. Cuando has acabado con los quesos sacan, por ejemplo, una crema delciosa de melocotón. Y así. 

Antes de ponerme a escribir esta página de mi diario echo un vistazo al WhatsApp y encuentro allí cuarenta y tantos mensajes. Leo dos que ha dejado Arquilatría en el grupo de catequesis prematrimonial. Oigo uno que me ha dejado el arcipreste a las nueve de la mañana. Leo uno de un amigo que me recomieda ver un programa en YouTube. Pero el programa dura una hora. No espara hoy. Dejo los demás para mañana y escribo esto. 

¿Tengo sueño? No. Además, me da la impresión de que a esta página le falta algo. 


Pienso en cómo ha ido el día. Recuerdo algunas cosas que no he escrito aquí, ni falta que hace. Divago un poco hasta que descubro, debajo de mi librito de Patrología «La humana cosa» de Jaime García-Maíquez. Lo hojeo y releo algunos de sus poemas. 

Me quedo con este:


«Se alza la noche sobre un mundo débil

de luz. Hay que ser fuerte.

Que no nos venza el miedo a estas alturas.

El hombre puede contener la muerte


con la poesía, el arte,

la amistad, el amor, 

con el asombro o la increíble fe,

y un poco de sentido del humor. 


Llama la noche oscura

del alma a tu aposento. 

Invítala a pasar. Dile a esta noche

que no se  vaya sin contarte un cuento». 


Creo que entiendo lo dos primeros versos. En efecto, ya es de noche y lo de que «el mundo es débil de luz» y lo de que «hay que ser fuerte» es bastante evangélico. Visto así, tambien, creo, entiendo que ciertas alturas pueden dar miedo, pero que hay que vencerlo. ¿Puede el hombre contener la muerte? La lista de lenitivos de la muerte me parece  memorable. Y que deje para el final lo del sentido del  humor es donaire barroco que sorprende y da sentido a todo lo demás. 

Recuerdo ahora, vagamente, un tuit de Javier Gomá en el que viene a decir —con gracia— que ciertos poemas modernos se le antojan imprecisos. Seguro que él lo dice mejor. En cualquier caso, este intitulado «Las  1001 noches oscuras del alma» me parece un prodigio de precisión. 

Los cuatro últimos versos suenan a amable y maternal recordatorio de que aún no he rezado completas, de que tampoco hay que tenerle miedo a la noche oscura y de que es hora de irse a la cama.

Son las diez y veinticuatro minutos cuando termino de escribir esta página de mi diario.

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