martes, 28 de abril de 2020
Sitting in the sun under the dove.
(Romeo y Julieta, Shakespeare)
17:00
Estoy en el campanario. Barriendo la escalera, por más señas. Abro la puerta y Teresa —que está del otro lado tratando de poner orden en las bolsas de ropa que han traído para Cáritas— se pega un susto.
Repuesta del susto me anuncia que, en la puerta de la iglesia, me espera un sacerdote.
Me asomo a la puerta y me encuentro con un amigo enmascarado. Diácono es, no sacerdote. Charlamos largamente.
17:30
Voy a rezar el rosario al cementerio. Me encuentro allí con el ex alcalde de San Miguel. Charlamos brevemente bajo una fina lluvia.
18:00
Llega el coche de la funeraria con el cortejo de amigos de Antonio. Rezamos un responso en la puerta del cementerio. En el panteón bendigo la sepultura.
18:20
Simon me ayuda a llevar a los locales parroquiales los trescientos —300— kilos de ropa que han traído a la iglesia. Luego nos tomamos un güisqui pascual y brindamos: Cheers. Charlamos largamente.
19.30
Hay que mirar fijamente al sagrario durante media hora.
20:00
Capítulo sexto de La luz del sol.
La hora sexta es la del mediodía en calquier lugar del mundo donde el sol salga a las seis. Quizá por eso Galmés titula asina este capítulo: Pleno sol. Los meridionales a esa hora, rezado el Ángelus, echamos nuestra primera siesta.
Sostiene Galmés que al llegar a este punto y hora estuvo a punto de cambiar el tema del libro para ponerse a hablar de las chicharras cuyas voces amenizan la hora sexta del Mediterráneo desde junio hasta agosto.
Los ronquidos del chamán que sestea dirigen el canto de las cigarras, «paréntesis de luz que ni avanza ni termina».
Galmés ha descubierto seis maneras de visitar el panteón de Agripa según el tiempo disponible. Yo a estas horas dispongo de menos de un minuto porque tengo que cantar las Vísperas. Pero a usted, amable y desocupado lector, le aconsejará Galmés que, en vez de venir a Benidorm, si quiere tomar el sol, pase quince días soleados en Roma.
Vísperas.
21:30
Buenas noches, amables señoras. Buenas noches.
Me gusto eso del güisqui pascual. Esta noche me tomaré un Pedro Ximenez pascual, a la espera del sábado que iré a la compra y meteré en mi lista un güisqui pascual. Muchas veces me apetece un montón, pero no me lo tomo (de hecho no suelo tener en casa, para no caer en la tentación), pero ¿verdad que de vez en cuando es hasta terapéutico? Y más en estos tiempos raros que vivimos. Mientras no lo coja como costumbre, todo va bien, ¿no le parece?
ResponderEliminar¡Qué bien, doña Mercedes! Decía Chesterton que unos beben, porque están tristes, para ponerse alegres y que otros beben para celebrar su alegría. Y concluía (él lo decía mejor que yo) que para los primeros el alcohol era una especie de medicina y, para los segundos, una bendición de Dios. :-)
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