sábado, 12 de abril de 2025

Diario. Sábado, 12 de abril de 2025

 San Miguel de Salinas

sábado, 12 de abril de 2025


9:00

Ha llovido durante la noche y ahora mismo cae una lluvia fina sobre el Paseo. ¡Qué bien!  Entre el gris del cielo y la plata del suelo destaca —¡oh!— un rojo arbusto: ¡ha empezado a florecer el calistemon!

Abro la iglesia, enciendo las luces.

Oficio de lectura y laudes. 

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

10:00

Como está lloviendo, no vendrá Joan. Preparo el altar. 

«Tener la iglesia ordenada en Semana Santa es posible», me digo a mismo para infundirme ánimos mientras voy colocando bancos, retirando flores, organizando carteleras…


10:30

Llega Teresa. Nos saludamos, voy al confesonario y la dejo preparando los ornamentos. 


10:37

Bernardo abre la puerta del confesonario —no la del penitente, sino la del penitenciario— y me pregunta: «¿A qué hora es la misa?». 

Interrumpo la lectura de «No tengáis miedo» de André Frossard: «Buenos días, Bernardo. La misa es a las once». 

Bernardo me mira sonriendo y después de unos segundos, repregunta: «¿A las once?». Y, mirando su reloj, añade: «Falta una hora, ¿verdad?». 

Al decirle yo que no, que faltan veinte minutos, sonríe aún más y entra en la parte del confesonario reservada al penitenciario y, poniendo su mano derecha sobre mi cabeza y, luego sobre mi mejilla izquierda, concluye: «Te quiero mucho». Y se va dejando mi cabeza, mi mejilla y el confesonario oliendo a tabaco. 

Por suerte, aún queda perfume de jazmín en el bote de Diptyque. 


11:00

Misa. 

Como está lloviendo, pensaba yo que no seríamos más de dos o tres. Somos ocho porque han venido tres de Madrid. 

Durante la proclamación del Evangelio se va Bernardo y llega Carlota. 

Hacia la mitad de la proclamación del Evangelio se produce un tumulto en la puerta. Según mi costumbre, interrumpo la proclamación del Evangelio y cierro los ojos. Oigo el taconeo de Teresa que va a hacia la puerta para interesarse por el fenómeno. Oigo la voz de Teresa que —al parecer— está expulsando a algunos demonios de la iglesia. Cesa el tumulto, se oye el taconeo de Teresa que vuelve a ocupar su puesto, abro los ojos y sigo con la proclamación del Evangelio. 


12:00

Ángelus. Sexta. 

Salgo para el hospital. 

Atascazo en Torrevieja. 


12:45

Le doy la comunión a María que está con un su hijo. 


13.00

Salgo para La Mata. 


13:15

Le doy la comunión a Ana que tiene la casa llena de hijos y de nietos. 


13:35

Regreso a San Miguel. 


14:00

Comida con doña Nati. 



20:00

Estoy escribiendo lo que va escrito cuando me llama Wilder. Que me invita a cenar a su casa. Que me esperan a ocho y media. 

Termino de escribir lo de la comida con doña Nati y salgo pitando para la casa de Ana Isabel y Wilder. 

Charlamos, comemos, bebemos, reímos… 


22:00

Nos despedimos. 

En la iglesia están adornando con flores los pasos. Lo elogio todo muy sinceramente y saco una foto de un arreglo floral que me parece muy delicado. 

Luego vuelvo a la casa abadía y me pongo a escribir esto. 



Ya estoy oyendo las protestas de los desocupados lectores de estos diarios: 

«Oiga: a las dos estaba usted comiendo con la doña Nati y a las ocho estaba usted escribiendo estas bobadas que usted llama “diarios” `pero díganos que ha hecho entre las dos y las ocho». 

Si no tuviera tanto sueño contaría con todo detalle lo que he hecho entre las dos y las ocho. Pero tengo sueño. 

Diré, sí, que a las tres  cuarto me despedí de doña Nati y que, a las cinco y cuarto saludé a Teresa y al archidiácono en la sacristía. 

A más, a más, diré que a las cinco y media estaba sentado en el confesonario y que a las seis empezaba la misa de seis con coro, archidiácono y monaguillo. 

Más no diré porque me muero de sueño.

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