martes, 29 de octubre de 2024

Diario. Martes, 29 de octubre de 2024

 San Miguel de Salinas

martes, 29 de octubre de 2024


7:50

Me preparo un desayuno de mesa y mantel. Mientras oigo las noticias en Onda Cero, trasteo en X y descubro a Bea Talegón. 

8:35

Abro la iglesia. El Paseo está mojado —por la lluvia— pero el aire es tibio. 

La puerta del coro está batiendo —por la corriente de aire— estruendosamente. Subo al coro, cierro la puerta y aprovecho para cerrar la ventana de la torre y para subir a lo alto del campanario. Con eso he completado mi tabla de ejercicios de hoy. 

Oficio de lectura y laudes. 

Me siento ante el sagrario. 

9:20

Me dispongo a volver a la casa abadía cuando entra en la iglesia un joven de mi edad, se dirige al altar de santa Rita, musita alguna oración y se va. 

Me aplico con decisión a la limpieza de la casa abadía oyendo la tertulia de Onda Cero. 

COPE, Onda Cero, ABC, El País, El Español, columnistas y «tabloides» —¡ja!— de las tendencias más dispares y hasta Bea Talegón coinciden en esto: la moral es una cosa privada, «vaporosa», cada cual tiene la suya, no hay que hablar de ello porque los únicos límites que nos interesan son los que impone la Ley, etc. 

Yo me pregunto: si los únicos límites que nos interesan son los que impone la Ley, ¿cómo se puede decir que no hay que hablar de moral? ¿Qué ley lo prohibe? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que los que tales cosas dicen hablen luego de responsabilidades políticas, que van más allá de las penales, y de lo que es justo o injusto o indignante o «coherente»? 

Loreto Arenillas, expulsada de Más Madrid, ha hecho público un comunicado plagado de faltas de ortografía pero que acaba así de bien: «La verdad sí importa, es la única que genera justicia y reparación». En su comunicado, Arenillas no se presenta como víctima de un delito sino de la deslealtad, de la traición, del oportunismo político y de la falsedad de sus propias compañeras de partido. ¿Deberíamos decirle: «no lloriquees, Loreto; si no puedes denunciar ante un juez, cállate»? Yo me inclino más bien a decirle, con toda mi simpatía: «Muy bien, Loreto. No estás lejos del Reino de Los Cielos». 

9:50

Me aseo un poco y trasteo en las RR. SS. 

10:15

Teresa no puede venir hoy, por el médico. Joan tampoco, por la lluvia. Voy a la iglesia para preparar el altar. 

10:30

Doy el primer toque de campanas.

10:45

Doy el segundo toque de campanas, enciendo las velas del altar y las de san José. 

10:55

Doy el tercer toque de campanas y me revisto para la misa. 

11:00

Misa votiva de san José. 

11:35

Carmen y doña Nati me ayudan a recogerlo todo. ¡Qué monas!

Nos despedimos. Ellas se van y yo me quedo.

Tercia. 

He descubierto algunas cosas que hay que remover, por ejemplo, unos lacitos rosas cabe la imagen de la Piedad, unas sillas de plástico en un rincón, unas flores marchitas una planta que regaló la dueña —china— del supermercado chino y que ella misma se ocupa de regar … Me aplico a ello. Saco la planta a la puerta de la iglesia para que reciba un poco de luz aprovechando que hoy el sol está oculto tras las nubes. Me emociona un poco esa señora china que cuida con tanto esmero el altar de santa Rita. 

De paso repaso los cajones de la sacristía para ordenarlo un poco y descubro más cosas que hay que remover. 

Finalmente, en el altar de santa Rita, hago un altarcito para la imagen de santa Cecilia con una tela roja, flores secas y dos velas. 

Estoy terminando cuando llega Tatono. Nos saludamos y charlamos un poco. 

12:55

Vuelvo a la casa abadía. Tengo calor porque hoy ya me he puesto una camiseta y una chaqueta de punto. Me quito la chaqueta de punto. Mucho mejor así. 

Termino la lectura de «Lectura y locura». El ultimo artículo es un cuento. A un niño le regalan un jardín. Puede cortar las flores pero se le prohibe arrancar las plantas. Inmediatamente concibe la idea de arrancar una planta. Lo mueve el espíritu científico de investigación de la Verdad. A pesar de sus esfuerzos, no consigue arrancarla, pero consigue que se caigan la chimenea y el establo de su casa. Gasta, primero, su infancia y, luego, su juventud y su vida adulta en el empeño de arrancar esa planta. Convoca otros hombres y emplean elefantes, máquinas de vapor… nada. Con cada intento se produce una nueva catástrofe. Caen varias millas de la muralla china, la torre Eiffel se desmorona matando a la mitad de los vecinos de París, la catedral de San Pablo se hunde y sepulta a los periodistas de Fleet Street y un maremoto hunde la isla del Japón —aunque algunos piensan que estas dos últimas no son, en realidad, catástrofes— y llega la moraleja: «Los Titanes jamás lograron escalar hasta el cielo, pero arrasaron la tierra». Del mismo modo, nadie jamás ha logrado arrancar del mundo las religiones pero, los que lo han intentado, han echado a perder el jardín que se les regaló convirtiendo la tierra en un campo de batalla donde los niños no pueden estar seguros ni el vientre de sus madres. 

Me escribe el arcipreste. Que viene a comer a casa de doña Nati. 

13:55

Voy a comer a casa de doña Nati. El arcipreste no ha llegado. Nos sentamos para charlar. Cuento a doña Nati el cuento que acabo de leer. Le gusta mucho.

14:13

El arcipreste no ha llegado. Me llaman del hospital, que vaya urgentemente. Salgo para el hospital. Atasco en Torrevieja. 

14:35

Bajo a la capilla, me encuentro con la doctora RC que va a la UCI para visitar a la familia del enfermo a quien yo voy a dar la unción. Cojo los óleos, me pongo mi bata y subo a la UCI. Un individuo que está sentado cerca de la puerta de la UCI le dice a la individua que está sentada cabe él: «Mira, un cura». Y los dos se echan a reír. Les dedico una sonrisa y llamo al timbre de la UCI. El paciente, un hombre joven, está con su esposa y dos cuñados. Rezamos. Le doy la absolución y la unción. 

Al salir, el individuo y la individua hacen como que no me ven y se pierden mi radiante sonrisa. 

Llamo a doña Nati para decirle que he terminado y que estaré de vuelta en veinte minutos. 

Atasco en Torrevieja. 

15:25

Vuelvo a sentarme a la mesa. 

Después de comer el arcipreste y yo hacemos una improvisada reunión de arciprestazgo para cuadrar agendas. 

16:30

Nos despedimos de doña Nati agradeciendo su hospitalidad. El arcipreste se va a Los Montesinos y yo a la iglesia. 

Visita al Santísimo. 

Misterios dolorosos. 

Tengo montones de wasaps y de llamadas perdidas. 

Hablo con Rafa. 

17:31

Me acomodo para asistir a la miniintroducción a la Teología de don Juan Luis Lorda. 

17:51

Llevo la comunión a Julia. 

Paso por Más y Más y encuentro en la caja a Carmen—elegantísima y perfumada como siempre— que tiene malo un pie, y a su marido a quien llamo Gino porque es italiano pero que no se llama así. Nos atiende Javier. Charlamos y bromeamos —Gino es muy bromista— y los ayudo a cargar la compra en el coche. Gino me informa de que ha sido piloto de rally. Carmen me invita a cenar. Ha hecho croquetas. Agradezco la invitación y les hago prometer que me invitarán otro día. 

18:30

Me siento ante el sagrario. 

19:00

Vuelvo a meter en la iglesia la planta que saqué esta mañana. Apago las luces y cierro la iglesia. 

Vuelvo a la casa abadía.

Lectura del capítulo 3 de san Mateo. 

Lectura de «La felicidad donde no se espera». 

19:30

Llamo a María Dolores, la profesora de Religión, que me ha llamado varias veces. 

Me preparo una cena ligera oyendo La brújula. Hablan de una línea que va de Ciudad Rodrigo a Torrevieja y que marca la frontera entre la España rica —al norte— y la pobre, al sur. Javier Gomá habla de Ortega. 


20:00

Me siento ante mi MC para recapitular el día y enciendo el ventilador porque hace calor. 

Hoy, mientras preparaba el altarcito a santa Cecilia en el altar de santa Rita, he tenido una ocurrencia. ¿Y si llevase  al altar de santa Rita todas las imágenes de los santos que se veneran en la iglesia para componer allí una especie de barroco bodegón de santos para la fiesta de Todos los Santos? La ocurrencia me ha parecido, de entrada, un poco tonta y muy difícil de realizar. Luego, a lo largo del día, se me ha ido imponiendo como un alocado y expresivo signo profético facilísimamente realizable. Ahora, cuando termino de recapitular el día, me pregunto si el asombro de los niños —que ya imagino— al contemplar el misterio de la multitud de los santos arracimados como en una magnífica concentración de alabanza y júbilo, compensará la perplejidad de los señores y las señoras respetables y la inquietud del obispo cuando le digan que el cura de San Miguel ha enloquecido y anda profetizando. 

Venzo la tentación de volar ahora mismo a la iglesia y de pasar la noche en vela preparando el bodegón para la fiesta de Todos Los Santos. No la venzo por mi virtud —tan flaca— sino porque tengo sueño, porque mañana tengo que madrugar y porque —de pronto— se me ocurre que la mejor noche para hacer este tipo de amables locuras será la de la víspera de Todos los Santos.

2 comentarios:

  1. Me parece una idea estupenda esa de poner a todos los santos juntos. Espero que la lleve a cabo y nos ponga una foto de cómo ha quedado.
    ¿Cómo están de lluvia por ahí? Espero que no llegue a la situación que tienen en Valencia, donde ha habido muertos y desaparecidos.

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  2. Aquí han caído unos diez litros por metro cuadrado en lo que va de año. Estamos rezando por Valencia. Lo del altar ya está listo. A ver si puedo poner la foto. ¡Gracias, mi doña!

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Es usted muy amable. No lo olvide.