sábado, 2 de mayo de 2020
San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia.
7:00 Subo al campanario para otear y oteo. Hace un par de días, Teresa y yo encontramos un vencejo en la puerta de la iglesia. Al parecer no podía volar. Ayer, cuando subía al campanario, otro vencejo entró por la tronera y allí se quedó, como el primero, sin poder remontar el vuelo. Con cuidado introduje el libro de los sermones parroquiales de Newman en el muro, encaramose a él el vencejo, lo alcé lentamente hasta la ventana y ¡zas! saltando, echó a volar. Y aquí estoy yo oteando y los vencejos revoloteando y el sol saliendo y tiñendo de rosa la salina.
En la fiesta de san Matías de 1832 Newman desarrolló en su sermón una sola idea que aparece en el libro de Job y que hoy en día pocos se atreverían a insinuar en la predicación aunque el mismo Jesús formula como una pregunta: ¿acaso el amo tiene que estar agradecido a su siervo cuando este cumple con su deber?
«He llamado a Judas miserable porque no debemos hablar de los pecadores a la manera falsamente caritativa de quienes los tienen por desdichados más que por malvados; así aprenderemos nosotros a no excusar nuestros propios pecados».
La elección de san Matías en su lugar pone de manifiesto que «para Dios es fácil cumplir sus designios sin nosotros, poniendo a otros en nuestro lugar si no le obedecemos. Sucede a menudo que quienes han gozado de su favor (…) se confían y se vuelven presuntuosos. Creen que tienen asegurada la salvación y que Dios necesita de sus servicios cuando, en realidad, los acepta generosamente». Pero el Señor arrendará la viña a otros labradores (Mt 21, 41)
Por tanto, nuestra elección es, como la de los judíos, condicional: «Paz para todo el que obra el bien, ira para el desobediente». Igual que san Matías «somos bautizados por los muertos, llenamos las filas e los que han peleado el buen combate, sí, pero también rellenamos el hueco de quienes (…) han frustrado su vocación».
A las diez y media llega Simon a desinfectar la iglesia.
A las doce misa. Memoria obligatoria de San Atanasio. Lecturas de la feria.
Décimo capítulo de La luz del sol.
Luz de la esperanza, luz de despedida: se acaba el día.
«Desde el punto de vista científico no es fácil asumir que el ámbar amarillo es la petrificación de las lágrimas de un pájaro».
Hay que leer con el ordenador a mano para contemplar los cuadros que van saliendo. Claro que los colores no se aprecian del mismo modo. Por ejemplo, en La vista de Delft de Vermeer, lo que Galmés describe como «el aterciopelado naranja de la tierra en primer plano» en mi pantalla sale como un aterciopelado melocotón o albero. Fuera de ese pedazo de tierra sobre el que aparecen siete personas junto a un embarcadero, todo el cuadro es una línea de casas entre dos luces: la suave de un cielo nublado que ocupa casi dos tercios del lienzo y la más potente del río que actúa como un espejo. Y no, no es un cuadro como para desmayarse. Al contrario, puede ser contemplado en conjunto y en sus detalles con ánimo sereno.
Las voces del eco. (p. 78)
Ella tiende su mano protectora
entre la fiera y yo, para guiarme
por la senda celeste de su aurora.
(José Bergamín)
¡Uf, es duro Newman, aunque tenga parte de razón! Quizá nosotros nos hemos vuelto blandengues y no queremos llamar a las cosas por su nombre y nos ponemos muy orondos cuando no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber.
ResponderEliminarUna preguntita de curiosidad: ¿por qué cuando nombra a Simón lo pone en cursiva? Igual lo ha explicado anteriormente, pero como voy con retraso... Leo la entrada del día y de vez en cuando alguna anterior.
Hoy es el día de la madre. Muchas felicidades a todas las madres. El día 7 se cumplirá un año desde que la mía se fue al Cielo. Doy gracias a Dios porque la llamara entonces y le ahorrara todo el sufrimiento que habría tenido en estos días.
Un saludo, buen pastor.
Lo llamamos "Simon" con acento en la "ai" porque es de naturaleza inglesa. :-) 1
Eliminar¡Aah, ahora lo entiendo! Muy bueno lo del acento en la "ai" ja, ja, ja,
EliminarMuchas gracias.