Martes 12 de mayo, 2020
Martes de la quinta semana de Pascua
En la víspera de la Virgen de Fátima terminamos nuestra novena. Pero aún quedan muchos días del mes de mayo para contemplar a nuestra Madre que siempre nos da consuelo, alegría y paz.
Esta mañana el Papa comentaba las palabras de Jesús en su despedida: «La paz os dejo, mi paz os doy. No la doy como la da el mundo».
La paz que da el mundo es la paz del comodón, del hombre que no quiere comprometerse con nada y, como suele decirse, enciende una vela a Dios y otra al diablo. Es la tranquilidad de quien viene a la Iglesia pero se maniente a una prudente distancia y nunca da un paso al frente cuando se trata de sacar adelante el trabajo de la evangelización.
En cambio la paz que viene de Dios es fruto de la fe y de la entrega de los santos que se dejan la piel. A esos Dios los bendice con una paz sobrenatural.
Estamos leyendo en los Hechos de los Apóstoles cuántas penalidades pasaron para anunciar el Evangelio: cárceles, palizas, destierros, persecuciones… Sin embargo ellos estaban contentos de padecer por Cristo. Y esa paz, esa serenidad alegre solamente puede venir de Dios. Él no ahorra a los santos las dificultades —hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios—- pero los recompensa y los sontiene con una paz que el mundo no puede dar.
Ho se cumplen ciento seis años del nacimiento del beato Álvaro del Portillo. Con motivo de su beatificación en 2014, el Papa Francisco escribió una carta al Prelado del Opus Dei comentando una jaculatoria que solía repetir don Álvaro: «Señor: gracias, perdón, ayúdame más».
La gratitud es lo primero que sale del corazón del hijo de Dios. Luego la petición de perdón porque, dice el Papa, el cristiano no se hunde en el abismo de sus culpas sino que acude a su Padre Dios con la sencillez de un niño para decir «perdón» sabiendo que Él lo espera con los brazos abiertos. Y «ayúdame más» porque en el camino hacia el Cielo no podemos dar un paso si no vamos de su mano.
Podemos terminar nuestra novena pidiendo a la Virgen de Fátima, que en su última aparición se presentó como la Virgen del Rosario, que lleve hasta Dios esta oración nuestra: «Gracias, perdón, ayúdame más».
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2020 May 12th, Tuesday
Tuesday of the fifth week of Easter
On the eve of the Feast of Our Lady of Fatima we finish our Novena. But there are still many days of the month of May to contemplate our Mother who always gives us comfort, joy and peace.
This morning the Pope commented on the words of Jesus in His farewell, "Peace I leave you, My peace I give you. I don't give it as the world gives it."
The peace that the world gives is the peace of the man installed in his comfort, of the man who does not want to commit himself to anything and, as they say, lights a candle to God and another to the devil. It is the tranquillity of those who come to the Church but remain at a prudent distance and never take a step forward when it comes to carrying out the work of evangelisation.
On the other hand, the peace that comes from God is the fruit of faith and the fight of the saints who break their backs for the Kingdom. God bless them with a supernatural peace.
We are reading in the Acts of the Apostles how many hardships they passed to announce the Gospel: jails, beatings, exiles, persecutions ... However they were happy to suffer for Christ.That peace, that joyous serenity can only come from God. He does not spare the saints difficulties - it takes many tribulations to enter the Kingdom of God, but He rewards them and sustains them with a peace that the world cannot give.
One hundred and six years have passed since the birth of Blessed Álvaro del Portillo. On the occasion of his beatification in 2014, Pope Francis wrote a letter to the Prelate of Opus Dei commenting on a short prayer that Don Álvaro used to repeat, "Lord, thank you, forgive me, help me more."
Gratitude is the first thing that comes from the heart of the child of God. Then the request for forgiveness because, says the Pope, the Christian does not sink into the abyss of his guilt, but goes to his Father God with the simplicity of a child to say "forgive me" knowing that God awaits him with open arms. And "help me more" because on the way to Heaven we cannot take a step if we do not go hand in hand with Him.
We can finish our novena by asking the Virgin of Fatima who, in Her last appearance, presented Herself as the Virgin of the Rosary to take this prayer of ours to God: "Thank you, forgive me, help me more."
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