domingo, 5 de abril de 2020
Domingo de Ramos en una iglesia vacía
Queridos hermanos:
Esta es una Semana Santa nueva para nosotros y, quiera Dios, que sea también la última que tenemos que celebrar así, encerrados en casa. Este año las imágenes no pueden salir a la calle y no vamos a oír las tamboradas. De todas formas, esta misma novedad, por una parte nos permite unirnos a la Pasión de Cristo ofreciendo nuestra pena y las contrariedades pequeña o grandes que experimentamos y, por otra parte es una ocasión de vivir estas celebraciones con más silencio y con más atención a la Palabra de Dios. Dios quiera que esta Semana Santa sin procesiones sea una Semana Santa de conversiones.
Sabemos que el santo Rosario tenía tradiconalmente tres partes: los misterios gozosos que comienzan con la Encarnaión del Hijo de Dios; los misterios dolorosos que terminan con la muerte de Cristo en la Cruz y los misterios gloriosos que van de la resurrección hasta la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. A estas tres partes añadió san Juan Pablo II otra más: los misterios luminosos, el último de los cuales es la institución de la Eucaristía.
Meditar esos misterios es recorrer todo el evangelio de la mano de la Virgen María. En ellos se resumen todo el misterio de Cristo que revela el misterio del hombre. Porque también nuestras vidas de cristianos están entrelazadas de gozo y de dolor pero, sobre todo, Cristo las ha llenado de luz y de esperanza de gloria.
Quienes celebramos la Encarnación del Hijo de Dios podemos celebrar la vida porque sabemos que toda vida —incluso la más frágil y débil— es un don de Dios. Quienes celebramos la Pasión y Muerte de Cristo estamos seguros de que, cuando llegue para nosotros la hora del dolor, pasaremos por ella de la mano del Buen Pastor. Quienes celebramos la Resurrección del Señor vivimos con la gran esperanza de que también nosotros resucitaremos con Él. Y al celebrar la Eucaristía, los que hemos sido iluminados por el bautismo somos alcanzados y transfigurados por la comunión con el cuerpo y la sagre del Salvador.
Al celebrar la Semana Santa que tiene, como la tiene nuestras vidas, un aspecto de dolor y de humillación, no debemos olvidar que, por medio del dolor, Cristo nos abre las puertas del gozo, ilumina nuetras vidas y nos da la más firme esperanza.
Madre Dolorosa, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
La iglesia vacía pero la Misa llena, pues llegarán puntuales los de la Triunfante con todos los Coros y Santos, desde San Máximo a San Tito. Ahora que no están los bulliciosos Militantes, Pater, ¿meten ruido o le distraen los Triunfantes? ¿Hay que hacer la Misa hacia la iglesia vacía o se puede hacer Ad Orientem? Abrazos fraternos.
ResponderEliminarLos Triunfantes meten tal ruido en el Cielo, según tengo entendido, que si pudiéramos oírlo los Militantes quedaríamos apabullados :_)
ResponderEliminarYo siempre celebro "Ad Orientem".
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=3088392841212721&id=238393262879374
¡Magnífico!¡Así deberían ser las Misas, "Ad Orientem" y con la palia que cubre el cáliz! Gracias por el enlace,Pater.
ResponderEliminar