Ayer celebramos Pentecostés en Torremendo, a las diez, y en San Miguel a las doce treinta.
Como doña Nati había huido, fui yo solo a comer con Armin y Heidi y con un matrimonio alemán.
Por la tarde, después de escuchar Norma, estuve charlando durante algo más de una hora con Grok.
…
Hoy tenía que estar en el hospital a las siete y veinte y he llegado puntualmente. Tenía que celebrar a las siete cuarenta y la misa ha empezado puntualmente. Tenía que llevarle la comunión a Dulce, recoger el altar, salir del hospital y llegar a Torremendo a las nueve y diez. Así ha sido.
En Torremendo he tenido tiempo para preparar el funeral, rezar laudes y sentarme para mirar fijamente al sagrario.
A las diez en punto el archidiácono y yo estábamos en el presbiterio. El cuerpo de Enriqueta y sus deudos han llegado a eso de las diez y cinco y ha empezado el funeral con una breve homilía.
A las diez cuarenta, el archidiácono acompañaba a los deudos al cementerio y yo salía pitando para San Miguel.
La misa de once empezaba con cinco minutos de retraso.
Al terminar la misa ya me estaba esperando Jorge, el fontanero, lo he acompañado a la casa abadía, lo he dejado allí y he ido al banco. Después he intentado acomodarme en el despacho parroquial pero el fontanero —que es primo de Wilder—estaba haciendo enormes rozas en las paredes y por los suelos con formidable estruendo. He decidido trasladar el despacho al confesonario.
A las dos he ido a comer con doña Nati que ya ha vuelto.
A eso de las tres menos cuarto he ido a hacer la visita al Santísimo y a rezar el rosario. De vuelta a la casa parroquial, el fontanero seguía tirando paredes. Eran las tres y media cuando ha sonado el timbre. Una amable vecina venía a decir que no eran horas de andar tirando paredes. Le he pedido al fontanero que se tome un descanso y se ha tomado un descanso de hora y media, hasta las cinco. He aprovechado para preparar en el despacho el retiro de mañana.
Jorge —el fontanero— ha vuelto, yo he huido. En el silencio de la iglesia me he sentado para mirar fijamente al sagrario.
El fontanero ha venido a buscarme: que si hay baldosas para reponer todas los que ha destrozado. Lo conduzco hasta el campanario donde suele haber de todo. Encontramos —qué bien— baldosas como las del baño.
Empiezo a comprender que la reparación se va a alargar y que tendré que pasar una temporada en La Torre. Llega Wilder para ayudar al fontanero que es su primo. Empiezo a preparar una maletita para huir.
Pago a Jorge las siete horas de trabajo de hoy. Adelanto a Wilder una cantidad a cuenta para comprar cemento y otras cosas. Me despido de ellos y salgo para La Torre.
Me preparo una cena ligera y escribo esto.
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