sábado, 20 de julio de 2024

Diario. Sábado, 20 de julio de 2024

 San Miguel de Salinas

sábado, 20 de julio de 2024


6:50

Abro la puerta del patio de los locales facilitando la entrada de los mosquitos y del fresco de la mañana. 

Abro de par en par las puertas de la iglesia y enciendo los diez ventiladores. 

Oficio de lectura y laudes. Llega Bernardo y me abraza. Está muy flacucho. 

Oración de la mañana. 

Cierro la sacristía, apago los ventiladores y —dejando la iglesia abierta de par en par— voy a la casa abadía. 

8:00

Leo en la Catena aurea los comentarios a Mc 6, 30-34

Oigo en YouTube la homilía del obispo para hoy. 

Lectura del Evangelio de San Lucas. 

Empiezo a leer Las Moradas, de santa Teresa. 

9:15

Escribo a G. Chateo con PDG. Como G no contesta al mensaje la llamo: que voy a llevarle los alimentos que ofreció la cofradía de la Virgen del Carmen. 

Cargo en mi coche tres bolsas y una caja con alimentos. Me canso, pero no mucho. Conduzco hasta la casa de G. No abre. la llamo. No contesta. Veo que me ha dejado un mensaje: que si puedo ir dentro de una hora y media. Sigo con el reparto de alimentos. 

10:25

Vuelvo al garaje. Subo a la sacristía y saludo a Joan. Voy a la casa abadía para coger mi ordenador y vuelvo a la iglesia para sentarme en el confesonario.  Gloria reza, como yo, paseando por los altares laterales. Saludo a Iván, el belga. Saludo a Teresa que me da una buena noticia: mi cartera, con todos los documentos, está en el confesonario. Yo alvía olvidado que la había perdido. Muy bien. Me siento en el confesonario. y compruebo que, en efecto, mi cartera está allí. 

10:55

Voy a la sacristía para revestirme. 

11:00

Misa de Santa María en Sábado. 

11:30

Teresa entra en la sacristía porque quiere decirme una cosa. Me dice una cosa, yo le digo otra, nos despedimos y se va. Mavi entra en a sacristía porque quiere hablar conmigo. Joan entra y sale de la sacristía porque está recogiendo todo. Mavi y yo tenemos que esquivar a Joan a cada paso y decidimos irnos al rincón de san Miguel para poder charlar sin tener que danzar. 

12:00

Rezo el Ángelus. Como ya hace más calor fuera de la iglesia que dentro, cierro los portones y me voy a  la casa abadía. 

Tercia.

Veintiún mensajes de WhastApp. Luis me recuerda que hemos quedado a comer. No se me había olvidado. S: que cuándo pueden pasar a recoger los alimentos. 

Preparo un esquemita para la homilía. 

Llaman al timbre. Bajo. No hay nadie. 

Lectura de los Sermones Parroquiales, de Newman. 

Trasteo en X.

13:40

Voy al chino para comer con Luis y Miguel. De paso me llevo la cartera para dejarla en el coche, de donde nunca debió haber salido. 

Miguel no ha podido venir. Comemos Luis y yo. No es la primera vez que comemos —solemos comer todos los días— pero es la primera vez que comemos juntos. Estudia Mercadotecnia en la Universidad de Alicante. Hizo la primera comunión en San Miguel hace cosa de quince años y no lo reconocí cuando se presentó con su primo Miguel hace dos semanas en la sacristía para proponerme una actividad con los jóvenes del pueblo. Aunque me cayeron muy bien desde el principio, se puede decir que hoy nos hemos hecho amigos compartiendo un arroz tres delicias, unas gambas chinas o algo así, una ensalada oriental y una ternera con salsa exótica. 

15:30

Nos despedimos porque Luis tiene que ir a cierto chiringuito o bar de playa donde trabaja en verano.

La temperatura en San Miguel es de 36º C. No es demasiado si se considera que estamos en el mes de julio, pero el contraste entre el ambiente refrigerado del chino y el ambiente de la calle choca un poco. 

Cuando llego a la iglesia y hago la visita al Santísimo, me parece que el ambiente de la iglesia es de lo más agradable. 

Luego, en la casa abadía, miro el termómetro que marca 29º C. Quejarse por los 29º C cuando uno está en el mes de julio y no tiene que trabajar al sol pero tiene ventiladores es quejarse de vicio. No solamente no me quejo sino que bendigo este mes de julio en San Miguel: «Bendito sea, Señor, este mes de julio en San Miguel —tan agradable— que nos regalas. Amén». 

Enciendo todos los ventiladores —cuatro, dos de techo y dos de pie— de la casa abadía y rezo los misterios gozosos mientras recuerdo que la misma Escritura llama a los vientos y al fuego, ministros de Dios, o sea, ángeles. 

16:15

Terminado el rezo del rosario echo en falta mi teléfono. Puede estar en el restaurante chino o, con suerte, puedo haberlo dejado en la iglesia cuando he ido a hacer la visita al Santísimo. Voy a la iglesia. Nada. Miro en el coche. Nada. Hago memoria. Antes de ir al chino he estado trasteando en X. Así que, si no está en la casa abadía, he de estar en el chino. Vuelvo al chino. Los amables chinos me dicen que no está allí y, aunque no tienen la culpa, como son ambles me dicen que los sienten. Aprovecho para volver a la casa de S para llevarles los alimentos. No abren. Vuelvo a la casa abadía. El teléfono no aparece por ningún lado. No pasa nada: lo encontrará Teresa en algún sitio o, a lo mejor, aparece en la nevera cuando la abra para beber agua, o debajo de algún libro… 

16:42

Voy a ponerme a leer La Nueva Jerusalén y, debajo del libro, aparece el  teléfono. Calculo que llevo tres horas sin usarlo y más de dos sin echarlo en falta. Me felicito por mi desapego. Inmediatamente y, lo reconozco, con cierta ansia, me pongo a mirar los registros de llamada y de mensajes. Dieciocho wasaps. 

17:00

Primero ha sido una idea fugaz, luego una decisión. Voy a darme una ducha con agua ni tan fría que me estremezca ni tan caliente que me queme. 

17.26

Recien duchado, fresquito y con una camisa limpia, apago los  cuatro ventiladores de la casa abadía y fumigo todas y cada una de las piezas (habitaciones) de  la casa. Se está llenando de minimoscas. So como bebés de mosca que, al parecer, apenas saben volar y pasan el tiempo pegadas a las paredes. 

Terminada la fumigación, bajo a la iglesia para la oración de la tarde. Enciendo, uno por uno, todos los ventiladores. 

El evangelio de hoy me trae, otra vez, a la memoria aquella oración que hice en el Mar de Galilea con un grupo de peregrinos hace ya.. ¿diez años? Fue una experiencia muy hermosa. 

De pronto caigo en la cuenta de que faltan diez minutos para las seis, hora en la que debo celebrar misa en Torremendo. Dejo abierta la iglesia y encendidos los ventiladores. Cojo mi Mac y salgo pitando para Torremendo. Sé que voy a llegar tarde. Terminaré la oración de camino hacia Torremendo. Mi atención está dividida entre la oración, las señales de tráfico, y una pregunta: ¿dónde he dejado mi teléfono? Dejo lo del teléfno en manos de Dios y me concentro en la oración y en la conducción. Saliendo de San Miguel doy por terminada la oración y me concentro en la conducción. 

18.05

Empieza en Torremendo, con cinco minutos de retraso, la misa. Empieza así: «En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Perdón por el retraso. Vamos a ofrecer la santa misa en sufragio por el alma de nuestra  querida hermana, María». Luego sigue como de costumbre. Al final quiero volver a pedir disculpas por el retraso pero, en cuando doy la bendcición, el archidiácono dice «Podéis ir en paz», la gente dice «Demos gracais a Dios» y ya no pega decir nada más. 

Salgo para Los Montesinos.

18:55

Aparco en Los Montesinos.

En la puerta de la iglesia me encuentro con la madre de José y de Pedro. La saludo. Me entero de que vamos a ofrecer la misa por Pedro y veo que va llegando toda su familia. 

19:02

Empieza, con dos minutos de retraso la tercera misa del día. Empieza así.  «En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Para mí ha sido una sorpresa encontraros aquí. Durante muchos meses hemos rezado con Pedro en San Miguel y ya hemos clebrado allí una misa en sufragio por su alma. Me alegra poder celebrar con vosotros también en Los Montesinos, mientras encomendamos su alma al cuidado del Buen Pastor». Luego sigue, como de costumbre hasta el ofertorio porque Luis, que me ayuda, no me trae el corporal. Le digo: «No tenemos corporal». Y él sale  pitando para la sacristía y me trae un corporal estupendo. 

19:50

Llego a San Miguel. Teresa ha encontrado mi teléfono en la sacristía. Me felicito pero ni lo miro porque tengo que revestirme para la misa. 

20:00

Mientras el reloj del campanario da las ocho, entro en presbiterio cantando «Señor eres tú mi pastor» y comienza, puntualmente, la cuarta misa del día. Repito, por tercera vez, la homilía —de cinco minutos— que preparé esta mañana y que ya he predicado en Torremendo y en Los Montesinos con ligeras variaciones. 

Después de misa me despido de Teresa y me quedo en a iglesia pra rezar completas mientras espero a S que ha quedado en venir para recoger su caja de alimentos. No viene S, pero vienen tres personas en su nombre. Le doy la caja, me dan las gracias, doy las gracias a Dios y nos despedimos. Apago las luces y cierro la iglesia. 

21:00

En la casa abadía me preparo una cena ligera, la bendigo y me la zampo. 

Luego termino de escribir esta página de mi diario.

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