domingo, 23 de junio de 2024

Diario. Domingo, 23 de junio de 2024

 San Miguel de Salinas

domingo, 23 de junio de 2024


8:00

Oficio de lectura y laudes. 

8:30

Se me ha quedado en la cabeza una simpática imagen del libro de Job. El mar, que nos parece tan grande y nos asusta cuando se pone bravo, es, a los ojos de Dios, un bebé recién nacido. Las nubes, las olas, las tempestades más furiosas son mantillas y pañales a los ojos de Dios que pone un límite al mar —a la muerte— y tomándolo en sus brazos y envolviéndolo, no se sabe si en pañales o en un sudario, quita a la muerte y a todas nuestras tragedias cotidianas lo que pudieran tener de tremendo y nos las muestra como se ven desde la eternidad. Por ahí discurre mi oración dela mañana. 

9:00

Me preparo un ligero desayuno.

9:30

Salgo para Torremendo.

10:00

Primera misa de hoy en Torremendo. El archidiácono me dice que no podrá asistir a la reunión del Consejo de Pastoral porque le han pedido que vaya a hacer  un entierro en Torrevieja. 

11:00

Vuelvo a San Miguel. 

11:15

Oigo a Teresa que está hablando con Ivan —el belga— en los locales parroquiales. Bajo a interesarme por el fenómeno porque la reunión no empieza hasta las doce menos cuarto. Los encuentro tratando de reparar el ventilador que compré la semana pasada y que vibra mucho cuando se enciende. 

De pronto reparo en un montón de libros en  inglés que están apilados en una silla  y  cubiertos de polvo. Hay un misalito, varias vidas de santos, una libreta sin usar y, ¡mira!, Eugenic and Other Evils de Chesterton. En la iglesia aparecen, a veces, bibliotecas y videotecas de ingleses que han vuelto a su país y han querido ir ligeros de equipaje.

Subo con el libro a la casa abadía, lo desempolvo y me aplico a la lectura de la presentación titulada About Chesterton y de la advertencia preliminar To the Reader.

11:50

Empieza, con cinco minutos de retraso, por mi culpa, la reunión del Consejo de Pastoral sin el archidiácono que estará en Torrevieja.

11:29

Acaba, con catorce minutos de retraso por mi culpa, la reunión del Consejo. Todos salimos pitando para la Misa. En la sacristía, un penitente me pide confesión. Muy bien. 

12:40

Empieza, con diez minutos de retraso por mi culpa, la misa de doce y media.

13:53

Desde el garaje, mando un wasap al grupo de La Torre: «Salgo ahora». 

14:45

Llego a La Torre a tiempo para ayudar a poner la mesa. Hoy el plato principal es una obra maestra de Cristina: carrillada en salsa de vino tinto con guarnición de arroz blanco. Descorchamos una botella de Muga que me regalaron —Dios los bendiga— Mariola y Avelino cuando vinieron al concierto. 

16:00

Acaba la tertulia y se levanta la sesión. Voy a mi piso y me desvanezco durante quince minutos en la butaca de la abuela Paquita. 

16:45

Visperas. 

Hay otra imagen que se ha quedado en mi memoria. Jesús, dormido en la barca y en la Cruz, se me antoja la viva imagen del santo abandono. No la pereza de quien ha renunciado a luchar sino la paz de quien ha hecho todo lo que tenía que hacer y puede descansar en Dios diciendo: «Todo está consumado. Padre, a tus manos encominedo mi espíritu». Y por ahí discurre mi oración dela tarde. 

17:30

Voy a la sacristía de la ermita para preparar la misa. Me están esperando Gonzalo y su amigo Luis porque van a ser monaguillos y les he prometido que ensayaríamos antes. Llegan el doctor GL y su amable esposa, Candelaria, con cuatro de sus seis hijos: Rosario, Candelaria, Antonio y Francisco, creo. El doctor y los monaguillos me ayudan con los preparativos del altar y da tiempo a ensayar con los monaguillos de lujo. 

Llega Ana RdA con su numerosa familia. ¡Por fin nos conocemos en persona! 

18:00

Empieza la misa. Después de las lecturas pido a Ignacio que cronometre la duración de la homilía y que escriba al Papa afeando mi conducta si me paso de los ocho minutos.

Terminada la homilía pregunto a Ignacio: «¿Cuánto ha durado?». Y él, tras consultar brevemente el cronómetro de su  reloj de pulsera, anuncia: «Ocho minutos». Todos nos felicitamos y recitamos el Credo. La Misa sigue  como de costumbre. 

18:45

Ignacio y Gonzalo  me ayudan a recogerlo todo y, cuando terminamos, ya está montada en el palmeral la mesa para la merienda. 

19:45

Cristina y Toño se despiden porque tienen que volver a Madrid. Yo me  despido porque tengo que volver a San Miguel rezando los misterios gloriosos con Benedicto XVI. 

20:45

Estoy metiendo el coche en el garaje de San Miguel cuando me llama doña Nati: que si hoy tenemos capítulo de The Crown. Que voy a la casa abadía para dejar  allí algunas cosas y  que luego iré a su casa.

21:15

Saludo a doña Nati y le ruego que me ayude a completar una lista. La lista —encabezada por Paco— de los amables feligreses que siempre han asistido a Misa desde que llegué a la parroquia —hace casi trece años— hasta que se han ido al Cielo o la enfermedad los ha impedido salir de casa. Nos salen cuarenta nombres. Y así, recordando a la gente más querida, se nos pasa lo que queda del día. No hay capítulo de The Crown ni lo echam os en falta. 

22:45

Nos despedimos. Le digo a doña Nati que hoy no escribiré mi diario porque tengo sueño. Voy a la iglesia, rezo completas, apago las luces y cierro las puetas. 

En la casa abadía me preparo una cena ligera. Y, mientras mela zampo, cambio de opinión. Lo recojo todo y escribo esta página de mi diario.

1 comentario:

Es usted muy amable. No lo olvide.