jueves, 26 de marzo de 2020
Jueves de la IV semana
A veces, cuando un chico se porta mal su padre le dice a la madre: «mira lo que ha hecho tu hijo». Cuando se porta mal, el hijo siempre es del otro. Y Dios, que se revela usando el lenguaje humano, le viene a decir a Moisés: «Mira, ese pueblo tuyo, el que tú sacaste de Egipto, tiene un corazón duro. Tú lo liberaste de la esclavitud y ¿de qué ha servido? Ahí están haciéndose un ídolo y olvidando a su Dios».
Pero Moisés reacciona bien. No se enfada. No dice: «Es verdad, es mi pueblo, yo lo saqué de Egipto y no me hacen caso. Y como es mi pueblo puedo pedirle a Dios que lo destruya y que me ponga al frente de otro pueblo más obediente». Moisés sabe que el pueblo es de Dios y que es Dios quien lo ha sacado de Egipto y ha hecho con él una Alianza. Por eso responde a Dios: «No, Señor, es tu pueblo y no se dirá que tú lo has abandonado o que no eres fiel a tu Alianza». Moisés se pone delante de Dios para interceder por el pueblo de Dios.
Jesús es el nuevo Moisés. Ha bajado de la montaña del Cielo, ha acampado entre nosotros —-ayer celebramos la Encarnación—, y se ha encontrado con la incredulidad de los hombres que se olvidan de Dios y, a veces, presumen de no necesitar un salvador, de bastarse a sí mismos con su ciencia y sus fuerzas humanas. Pero Jesús no ha protestado; ha cargado nuestros pecados sobre sus hombros y, sin quejas, en silencio, como un corderito, ha subido a la Cruz, ha extendido los brazos para interceder por nosotros y ha soportado todo diciendo: «Padre, perdónalos, no saben lo que hacen». La Cruz es el signo del amor siempre fiel de Dios.
La misión de la Iglesia no es ni ha sido nunca quejarse sino unirse a Cristo para interceder por todos. Y eso hacemos en el santo sacrificio de la Misa: nos unimos a la oración y a la ofrenda que de sí mismo hace Jesús para interceder por nosotros y por todos.
Terminamos, como siempre, acudiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María para que nos alcance la gracia de permanecer con fe ante Dios orando por nosotros y por todos: «ten misericordia de nosotros».
Amen.
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