lunes, 13 de abril de 2020

D.E.P Don Alberto Elzaburu


Tengo en mi despacho —enmarcado— un tarjetón que me mandó el 5 de febrero de 2015 junto con un libro. 
En el membrete se lee:

Con los saludos cordiales de
With compliments
ELZABURU
Estab 1865
Abogados y Consultores
P. Industrial e intelectual

Luego, a mano, van seis líneas escritas con una caligrafía limpísima, elegante, firme y clara. 

Mi relación con don Alberto, aunque fue siempre muy cordial, no fue propiamente de amistad y, si tuviera que describirla de algún modo, diría que fue la que puede haber entre un mendigo que está sentado en la calle y un señor que, cada vez que pasa por su lado, después de dedicarle la más bondadosa de las sonrisas conversa un rato con él, lo hace reír, le da una limosna generosísima y, antes de despedirse, le da —además— las gracias de tal forma que queda el mendigo honrado, contento y rico.

El mendigo, naturalmente, era yo en mi calidad de cura, y el señor que así me trató cada vez que pasó a mi lado, don Alberto. Aunque debo decir que, antes que él, esa misma caridad la usó conmigo su madre, doña Mercedes quien, a la sonrisa, a las palabras cordiales y a la limosna, solía añadir algún consejo útil para mi salud. 

Tanto ella como él me hicieron esos beneficios por una sola razón: porque veían en mí, sacerdote de muy poca virtud, a Cristo. Deteniéndose junto a mí cada vez que pasaban a mi lado para hacerme reír, mostrarme su afecto y ayudarme, no podían ganar nada porque, a más de generosos, fueron siempre muy discretos. 
Don Alberto ha muerto en estos días difíciles para todos pero aún más para los que entierran a sus parientes y amigos en soledad. Siempre que pasaba junto a mí, lo acompañaba su esposa, doña Ana Luisa. Al imaginar su pena ahora, me dan ganas de llorar y, la verdad, no hago esfuerzos para evitar las lágrimas.

En la Vigilia Pascual, al llegar el memento de difuntos, encomendé a Dios el alma de este caballero cristiano que, en las últimas líneas de aquel tarjetón se despedía así del mendigo: «Gracias por todo… y reza por mí. Un abrazo. Alberto».

1 comentario:

  1. ...acabo de enterarme de la muerte de Don Alberto, con el cual intercambié unos correos en los años 2010-2011, y que podría haber trabajado como traductor en su empresa en 1980, pero me quedé unos años en Mallorca; soy suizo y trabajé en los años 70 como traductor para un socio de Don Alberto en Zurich; ahora, a mis 73 años sigo como organista de iglesia, esta misma tarde toco para un entierro - vivo en la Suiza francófona; he sido organista oficial desde mis 11 años. En Dios confío.....

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Es usted muy amable. No lo olvide.